7 de septiembre de 2007

El camino que los sueños...

Te perdias en las vueltas de calesita, chiquita de ojos azules, rinconcito arrabalero. Un poco mareada y ya sin rumbo.

“yo me quiero bajar, y usted?”

Pero el señor no contesto. Parecia ocupado, aunque a veces te espiaba de reojo. A veces te prestaba atencion, te regalaba una mirada. En una de las vueltas te acercaste y le tocaste el hombro, tratando de llamar su atencion.


“Venga, acompañeme”

El señor murmuro algo que no alcanzaste a escuchar… En realidad estabas mas segura de sus silencios que de sus palabras.

“Venga, hay algo que quiero mostrarle, no le va a tomar mucho tiempo, le quiero mostrar el mundo, es solo una cuadra, regaleme un dia”

Pero el señor no contesto.

Y decidiste bajarte sola.

1 de septiembre de 2007

Uno busca lleno de esperanzas...

Escindida entre el deber y mi amor por la aventura.

Te estiras, te multiplicas, los dedos se alargan cubriendo una grieta, la otra mano sostiene una mas pequeña, tus labios sonríen, deja de morderlos, están paspados.
…Y te das al mundo para vivir tus muchas vidas. Te entregas a veces, y todo vuelve… nada vuelve, dijo una amiga, y vos pensas que si, mas bien lo sentís, ahí, en medio del pecho, un poco en la garganta, y a veces, un vacío en el estomago. Ese mar que va y viene, y todo tan íntimamente conectado. Certeza que no es, solo intuición, mas bien fuerte sensación corporal. A veces amas y te das, queres al chico de los jueves, el que cuida los autos en Balvanera, le das un beso, queres abrazarlo, no sabes porque. Lo mismo con Ricardo, otro amor de jueves, sabes que es solo por hoy, pero te hizo un lugar, él y la chica de Moscú, y vos los queres. Los jueves no hay mundos diferentes, no hay barreras, te dan una silla, te cuidan y perteneces. Tal vez por eso la cuidaste, antes de conocerla. Algún día nuestros caminos van a volver a cruzarse y espero que vos me cuides también. Y el viernes te vas sola al barrio chino. Deja el libro, de que te escapas cuando te vas? Siempre. Para de pensarte en tercera persona como si fueras un cuento. Deja de coleccionar palabras en esa libretita de mierda.
Volve.

Entonces, ella eligió la mesa junto a la ventana. Afuera, la noche de invierno. Pidió un te verde, “bien caliente por favor”, sacó una pequeña libreta de su cartera y comenzó a escribir.