10 de julio de 2007

El Sabado

El frío y la llovizna. El Sunderland. El director de cine y su asistente. Una milanesa napolitana y un vaso de vino berreta.
Ocupé mi lugar en la mesa de siempre. Me perdí otra vez en la música, los abrazos, los ojos cerrados, las manos, las caras muy pintadas, los tacos altos, los pelos engominados, los cabeceos tan sutiles, las miradas fugaces, las mujeres que esperan, las que desesperan, los que están solos, los que están acompañados, y yo, tratando de olvidar, claro.
Había algo en el aire, el viento, el de siempre, ese que anuncia, solo que esta vez un poco mas frío. Y yo al fin despreocupada y serena, nos íbamos a encontrar.
Nos subiríamos juntos al taxi. Tal vez vayamos a San Telmo y en el camino apoye mi cabeza en su hombro. Tal vez el vino y el tango que canta: “Su frágil figurita iluminaba el salón, presencia de alas de tango alucinado y seductor, si Scola la hubiera visto se la llevaba con él, tan pálida en su vestido negro volaba de placer. El tiempo no era tiempo en aquel lugar, un solo gozo era ver las parejas bailar. Cada giro en mi cabeza fue una historia, Buenos Aires con su magia se metió en mi memoria. Aromas de la noche entraban por el ventanal, reinaba el 2x4 en las inquietas miradas. Acariciaba el bailarín su linda espalda, hacia girar sus pies al compás del alma. Alas de tango llenaban de luna la penumbra y en un brindis de champagne la sala fue quedando a oscuras, el día que se baile tango en las calles del amor, cara a cara, ojos cerrados, corazón a corazón…”

Y entonces, tal vez, un viaje en taxi para recordar.
Tal vez su mano en mi cintura cuando bajamos del auto y tal vez mis tacos que suenan en la escalera. Tal vez las sabanas revueltas y huevos revueltos por la mañana.

Tal vez nos encontramos en la puerta de ese club que existe desde siempre. Tal vez Buenos Aires los junta esta noche, o tal vez otra, una de domingo en la que él camina por la parrilla que da a la vía y ella entra al restaurante de enfrente, la cocina esta por cerrar, pero como ya es amiga de la casa la dejan entrar, se sienta y pide lo de siempre y tal vez si todavía es la época, un licuado de melón. Y entonces él entiende y la va a buscar.

El Regalo


Una tarde en que él caminaba por Barrancas se convirtió por casualidad en espectador de mi domingo de tango. Me vio sentada en las escaleras. Me descubrió en ese glorioso momento en que, cigarrillo en mano, me cambiaba los zapatos. Me vio con ojos perspicaces y entendió que no se trataba en absoluto de un mero trámite, o de una simple transformación. Su mirada capto el placer que encerraban esos minutos, que yo trataba de prolongar, en esos minutos que anteceden al baile, en los que todo es posible. Y yo vuelvo a soñar.
No lo volví a ver pero me dejo un regalo. Hoy publico su foto tratando de recuperar algo de la mujer que fui ese día, algo de esa felicidad despreocupada.
Quienquiera que seas, gracias por el regalo.

Una vez le pedi a AG que me devuelva una noche...

Va y viene cuando quiere, esa noche de diciembre, y ese Buenos Aires que festejaba el año nuevo. Es así, esa noche que se esta poniendo vieja, caprichosa como son a veces los recuerdos.
Volvió ayer y volvió hoy, y otra vez es diciembre, aunque es marzo, y otra vez tus ojos azules.
Viene a traerme ese viento que ya conozco (el de los presagios), caliente y húmedo. Y que le preste atención, que la escuche, y yo que no, que ya basta, que me duele el cuerpo de tanta nostalgia. Pero ahí está: el bullicio de Palermo, la gente que se ríe en la vereda, en las puertas de los bares, la gente que festeja, que habla, grita, se abraza, y nosotros que cruzamos corriendo, y el vestido que se me pega un poco a las piernas. Yo me hacia la indiferente, como hacen las Paulas y vos me agarraste suavemente por la cintura cuando cruzamos Córdoba. Fue ahí cuando empecé a quererte. Me preguntaste cual era mi deseo para el año nuevo, ya doblábamos en una esquina, te acordas? te contesté: dejar de sentir angustia. Te pregunté por el tuyo: “deseo que dejes de sentir angustia”. Y entonces nuestra sonrisa cómplice, el deseo que quema, la urgencia por escaparnos del mundo. Y llovía, o tal vez no, y llueve ahora que es Marzo pero es Diciembre. Y vos me agarras de la mano y entramos corriendo al bar.

Tal vez es como me dijo Cárdenas una tarde mientras tomábamos café en una confitería del centro: “mire, lo cierto es que somos todos Paulas y Tulios corriendo por Buenos Aires, cruzando una calle de la mano, besándonos en una noche calida de diciembre”. Todos tenemos algo de Paula, todos algo de Tulio, y ya sabe como terminan, las Paulas y los Tulios…”
Pero no, Marito, esa noche, la que va y viene es solo mía. Además los Tulios son de Buenos Aires no? y él solo estaba de paso…decime Mario, decime que es así, los Tulios toman mate, saben de Gardel y de cómo siente Buenos Aires cuando caminan por Lavalle. Te repito, él solo estaba de paso, y los libros que traía eran en otro idioma. Así que esa noche es solo mía, no una más de la Tremenda Crónica de Buenos Aires, de Tulios y Paulas. Decile a tu amigo, el poeta, ese tal Álvarez Gómez, que no insista, que me pertenece. Que hubo una vez que fue una noche y después un amanecer y él apretaba sus piernas contra las mías por debajo de la mesa y todos ajenos a nuestra intimidad, a ese amor recién estrenado. Creo que fue entonces cuando él eligió volver a ponerse el traje, a cortarse el pelo, en un país donde a veces hablan en francés, a veces en alemán. Y yo me guardé su perfume, el olor a jabón en su piel, su sonrisa picara y su mano en mi cintura.
Ya no importa cuantos años pasaron y que dijimos al despedirnos.
Era de día cuando me sequé los ojos para regresar al mundo. Lo logramos pensé, ya no hay crónica que valga, el no es Tulio, yo no Paula.

Pero igual te fuiste.

Sentí miedo, aunque se me pasó cuando me contaste de Londres, de la niebla y la llovizna, del frío que duele. Fue un alivio, porque ahí no hay Lavalle, no hay Palacio de la Papa Real, no hay mate, no hay tango, no te canta Gardel. Entonces no sos Tulio.

Ahora camino por Saavedra suena un valsecito y me siento tranquila, aunque un poco Paula que espera. No importa porque en este tiempo (años?) descubrí que también tengo un poco de Amelia, que sueña y ríe seguido. Ya sé Marito, Álvarez Gómez diría que todas las Amelias tienen algo de Paula, tal vez por eso de la melancolía, pero Amelia no espera, a veces solo anhela, mientras tanto encontró ese otro mundo, donde el tiempo no es y las noches solo le pertenecen a ella. Que si lo construyó para él? A lo mejor… ya no sé muy bien que siente. Viste como es, va y viene cuando quiere, como esa noche hace tanto tiempo, que fue ayer y que es hoy y que es cada vez que cierro los ojos… y los suyos aparecen.


Yo creo que Álvarez Gómez lo supo desde el principio, con sus crónicas que son presagios y a la vez testimonios del pasado. El entendía que solo Buenos Aires podía volver a juntarlos. Por eso se empeñó en distraerla y escribió para ella un Marruecos y después la llevó a Moscú y a cuantos lugares Marito… a una playa perdida en Uruguay donde ella bailaba descalza y al tigre un montón de veces, en su afán por hacerla olvidar… sospecho que hasta le hizo trampa alguna vez, escribiéndole una noche de pasión. Pero ella lo intuía y entonces no se entregaba por completo, cerraba sus ojos mojados y se iba otra vez.

Tengo que admitir que el truco del fotógrafo estuvo bien, y ella casi se lo cree. Pero que pensabas Álvarez? Que nunca descubriría que era alcohólico? Que por ser un poco Amelia se quedaría a su lado para ayudarlo? Claro que trató de quererlo a pesar de su alma enrevesada, pero las noches seguían sin pertenecerle y él acostándose borracho. Así fue como un martes decidió dejarlo, porque entre otras cosas, tuvo la certeza de que vos y tu pluma estaban detrás de esa mala historia de amor. Además ya no podía soportar que la tocara, ni el olor ácido en su piel, que es el rastro del alcohol. Y entonces fue cuando me llamó, “Mario, necesito que nos veamos, tengo que hablar con vos”.
Nos encontramos en una confitería del centro. La vi muy flaca y me confesó que hace años que no duerme y que a veces hasta se olvida de comer. Pero sus ojos estaban intactos, esos ojos que son como el mar, que son puro misterio. El corazón me latía a mil y sentí que iba a vomitar. Entonces me acordé del poder que esta mujer tiene sobre mi, de cómo me cautiva su aparente fragilidad y su palidez. Y me dije: “Marito, estas jodido”. Me contó que su nueva pasión es frecuentar clubes de barrio donde se baila tango. Le gusta ver a las parejas que bailan esa especie de complicidad nacida de muchos años de milonga compartidos. Le gusta el anonimato, uno de los privilegios que tiene en esos lugares, donde la gente no se habla y parece inmune a la realidad exterior, y el halo de misterio, sobre todo eso. Casi puedo verla, ahí, en su mesa, la de siempre, cerca de la entrada, cerca de la pista, tan auténticamente en el momento presente y tan ausente.
Me dijo de una vez en que estaba tan triste que casi se traiciona a si misma y a él. Le habían hablado de una mujer en constitución que por 50 pesos te vende una noche, A TU MEDIDA, decía el anuncio. Por esa época yo había viajado a Europa. “Fui a verla Marito, vos estabas con tus torres Eiffeles y yo no tenia a quien recurrir”. Era una viejita muy dulce. “Como la quiere m´hija? Larga? Corta? De pasión? Quiere que sea fría, o que haga calor? Que llueva tal vez? Como la quiere m´hija? Dígame nomás. Pero ándese con cuidado porque una vez que se la vendo ya no la puedo hacer desaparecer. Y vio como es… una noche le puede cambiar la vida…”
“Pero no pude Mario, no quería una inventada, solo la mía.”

No sabes que linda estaba mientras me contaba, si la hubieras visto me entenderías. Toda ella suplicaba que le devolvieran su noche, esa de la que te conté. “tenés que hablar con ese tal Álvarez Gómez, Marito, por favor, buscalo”. Y lloraba, como llora Buenos Aires cuando son las 4 de la mañana y salís de la milonga, que es tu refugio, Paula.

Entonces Gómez, te odie con toda mi alma, odie a tus Tulios y a tus Paulas, te odié por amar a esa mujer, porque las Paulas se van y tienen un amor no correspondido que vive lejos.
Le prometí que iba a buscarte, no se si me creyó, pero eso pareció tranquilizarla, o tal vez solo se había dado por vencida. Estaba lloviendo cuando salimos a la calle. “Hace frío, venite a casa que te preparo unos mates calentitos”, y lloraba Buenos Aires cuando cruzamos Corrientes y yo la agarraba por la cintura.

Breves historias de amor II

Yo no elijo el silencio. Soy la que trata de poner todo en palabras, en mi afán de entender, de encontrar sentido… a lo mejor equivoqué el camino, no sé.
Pero esta vez me quedé sin palabras, o mas bien me las robaron una mañana de lunes. Las estuve buscando un rato largo, revolví cajones, abrí y cerré mil veces mi cuaderno amarillo y hasta le pregunté al del kiosco de enfrente si de casualidad no me las había dejado ahí cuando le pagué los cigarrillos, pero nada. Entonces me di cuenta que te las llevaste vos junto con la mañana de lunes. Ya no me importa entender los motivos de un hipotético: “porqué?”, si lo hubiera…sin palabras no puedo, ni siquiera contarte como me hiciste sentir.

Y yo me quedé con tu mañana, esa que te debía. La había envuelto con papel celofán y le había puesto un moño porque me dijeron que así duran mas, las mañanas. Aunque intuyo que ahora vos también me debes una mañana. Serán intercambiables? Digo, nos quedaremos cada uno con la del otro y ya? O las reglas del tiempo indican que hay que devolver la mañana exacta del día exacto? No se, con estas cuestiones temporales yo me pierdo un poco.

Ahora solo me queda esperar que vengas a devolvérmelas, o tal vez no vuelvas y nos crucemos algún día por Chacabuco, ahí donde casi se junta con Independencia, y tal vez yo te las pida, o tal vez no porque ya me regalaron otras.

Breves historias de amor

El domingo nos encontró comiendo en un solitario San Telmo.
Empezaba a gustarme tu barrio, sobre todo la calle Chacabuco ahí donde casi se junta con Independencia. Me gusto el juego de: a que huelen los barrios? Lastima que quedó inconcluso… Me gusto el lugar que elegiste como testigo de nuestra intimidad.
Llegamos justo porque la cocina estaba cerrando y festejé la posibilidad de, al menos, comer unas pastas. Me gusto tu brindis y mas aun, tu mano sobre la mía. Me gustaron tus ojos, que decían tanto.
Me gusto volver a sentir
la magia en el aire.

Y entonces creí que todo era posible.

Una noche de sábanas desordenadas tuve la audacia de pedirte que me hablaras. Tal vez tu mirada no me alcanzaba o simplemente anhelaba que la pusieras en palabras, como si esto la hiciera mas real.

-“que te pasa?” pregunté
-“nada”
-“seguro? Puedo ver que hay algo…” (y tu mirada otra vez)
-“es que estas muy linda”
-“pero no se trata de mi, te pregunté que te pasa, a vos”
-“y quien te dijo que no se trata de vos?”
-“vos, que no comunicas… Es que yo siento que siempre te tengo que adivinar…”
Y me lanzaste un: “no es mejor escuchar que adivinar?”

Entonces me empeñé en escuchar tus abrazos, la forma que tenías de acurrucarte contra mí en la cama en esas pocas noches compartidas. Empecé a escuchar tus ojos y tu sonrisa, que hice mía.

Pero llego la mañana de lunes.

Y yo te ofrecí unos mates. Y recién nos habíamos levantado. Y cuando salí del baño me di cuenta que te habías ido.

Sin despedirte.

Para siempre.

Que silencio triste quedó flotando en Saavedra en esa mañana gris!

Mi primer impulso fue correr a buscarte. Pero algo me detuvo. Y me quedé ahí, vistiendo una bombacha, una remera que irónicamente rezaba: “love not dead” y unas zapatillas a medio poner. Me quedé ahí, parada, en medio del living, tratando de adivinarte, una vez mas.

Luciana y el Tango




El se acercó y me envolvió despacito, como hace siempre, con el calor de su energía. Parece increíble este dialogo de cuerpos que tenemos, cada vez que nos abrazamos nuestros cuerpos se hablan, se susurran y se gritan al ritmo de un tango. A veces nos peleamos, otras bailamos un paseo feliz y tranquilo.
El me busca, yo lo busco.
Nos encontramos.
Y siempre termino rendida en sus brazos, subyugada por las emociones, el placer del abrazo genuino y la hipnótica cadencia. Su mano se mueve tiernamente en mi espalda. Me cuida, me protege, me lleva y me acompaña, me espera porque me escucha, me deja sola a voluntad y me vuelve a buscar cuando nota que lo extraño. Me mira sensualmente de reojo queriendo seducirme. Me enamora y entra en mi alma. Me hace sentir halagada porque me elige entre muchas, y aunque siempre toma la iniciativa, yo también lo elijo a él.
Nos vemos de noche, un par de veces por semana, pero no lo extraño cuando no estamos juntos porque el vínculo no es celoso y ya me acostumbré a compartirlo.

Lo nuestro es especial.

Nos movemos de la mano en un sueño que soñamos en voz alta. No hay palabras, solo la respiración que acompaña nuestro dialogo profundo y sincero. Nos entregamos el uno al otro y al disfrute de esa experiencia sublime, que de tan mágica puede ser abrumadora. Se rozan nuestros pies, se acarician nuestras piernas.

Una sonrisa y un gracias bastan a la hora de la despedida, aunque a veces nos besamos en la mejilla.
Y será entonces hasta la próxima vez, hasta que nuestros ojos vuelvan a verse y me invite a bailar.

No se su nombre, tampoco su edad, a veces tiene 20 otras, 40 porque él es todos y cada uno de los hombres con los que me gusta bailar tango.

El cumpleaños

Los chicos llegaron a mi cama a las 6 de la mañana, trayendo besos pegajosos y regalo en mano.
Volví a dormirme hasta que un llamado afectuoso y bien dispuesto le dio la bienvenida a mis 29.
El mate de la mañana, la charla cordial con Leti.
El teléfono que suena
Un poco de trabajo
Mucho trabajo para hacer una jodida choco torta (que se supone es fácil!)
La profe de tango falto a la clase .
Hice uso de mi plan B: te en lo de Rosita . Déjenme ponerlos en situación:
Rosita es, de la gente que conozco, la persona que mejor cumple con el rol que le han asignado: perfecta madre, perfecta esposa, perfecta ama de casa, mesa de te perfecta, en fin, un embole.
Pero cumple años el mismo día que yo.
Así que ahí terminé, cual paracaidista, sin haber participado del regalo y soplando las velitas de una torta ajena. En medio de mujeres bien peinadas, perfumadas y muy simpáticas.
Lo mas interesante, los temas de conversación:
La pileta:
- los beneficios de pintarla con caucho (10 minutos)
- porque no hay que dejar que se pudra el agua (5 min.)
- la importancia de contratar un piletero (otros 5)
mi aporte: “no hay que tener pileta”

Los maridos:
- circunstancias en las que se ponen hincha pelotas
- circunstancias en las que son egoístas
- cuantas veces por semana quieren coger
mi aporte: “no hay que tener marido”

los hijos:
sorry esta me la perdí porque me fui a fumar un pucho con la mucama a la cocina.

Salí de ahí feliz por haber renunciado a esa vida cómoda y aburrida. Por no formar parte de esa elite de pelo lacio.

A las 5 llegaron uniformes y mochilas de colegio, gritando ansiosos por soplar las velitas de la inmunda choco torta. Cantamos y comimos los tres juntos.
El Nike team salió de compras y yo fui a su encuentro.
Unicenter
Mi hermana queriendo convencernos de que su estética en cuanto a moda se refiere es LA CORRECTA. Sorry Caro, aunque digas “estos zapatos son lo mas”, siguen siendo de puto, y si encima agregas: “Pedro los usaría”, es justamente por lo que dije dos líneas mas arriba.
Contagiada por la energía consumista de este equipo hice una adquisición claramente impulsiva, no se bien que compré, pero si se que me costó 90 pesos.
A la noche ensalada con portobellos y charla sincera en un lindo lugar.
Mas tarde dieron las doce, el twingo no se convirtió en calabaza y me trajo devuelta a Solares, al olor a jazmines, a los intrusos en mi cama. Ellos dormían, sudando picardía, sonrisa tímida en la cara.
Les susurré al oído y me acurruqué a su lado.

Amanece en Buenos Aires

El plomero ya se fue. Armó sus valijas y se fue, llevándose todos mis ahorros en el bolsillo, el fin de semana en Iguazú y el viaje al Sur. “No importa” me dije, al menos ya no tengo que desayunarme su cara todas las mañanas en mi living.
Canta Norah Jones mientras yo pido mi 2do café en un bar del centro. Son apenas las 7 y bs. As. amanece recién. Bostezan los taxis y la gente camina despacio todavía.
Perdonen si me pongo un poco melancólica y culpen a la música que me trae reminiscencias de otra vida no hace tanto tiempo.
No recuerdo bien los detalles y a esta altura mi memoria tramposa podría recrear la historia de mil formas diferentes. Ya no importa como se conocieron, cuando fue que se vieron por primera vez o si volvieron a encontrarse. Ella todavía guarda intacta esa sensación en el estomago, mezcla de vértigo y ternura y eso vuelve autentico el relato. Fueron pocos días de una magia inesperada, el viento cómplice le trajo una dulce compañía, lo trajo a el desde muy lejos para que pudieran conocerse.

Tal vez fue su carisma, sus ojos misteriosos, su sonrisa compradora, tal vez fue solo la magia en el aire.
La cuestión es que compartieron noches casi sin dormir, largas charlas y salidas con amigos, envueltos en el sopor de una realidad inverosímil. Tal fue la intimidad y la conexión que tuvieron que parecían conocerse desde antes. Gestos nuevos pero familiares, la mano de el agarrándola por la cintura, la mirada contenta de ella cuando lograba olvidarse de que conocía el final de la historia.
Se VIERON mutuamente en la cama y fuera de ella, se reconocieron, se encontraron, y se dijeron adiós.
No se bien que piensa él, porque nunca lo conocí y con respecto a ella, intuyo que todavía tiene añoranza de esa época feliz, de la magia en el aire. Se que volvió a compartir su cama, aunque no volvió a encontrar la formula del hechizo. A veces se siente frustrada y triste, no pudiendo recrear el encantamiento.
Hoy la vi a la mañana, cuando me lavaba la cara en el baño y aunque se ríe seguido, pensé para mi misma que tiene los ojos tristes. Parece estar buscando algo, parece no saber muy bien que, pero ella busca, ávida y curiosa, la formula del hechizo.

Y ahora disculpen que les interrumpa la historia, pero llegó mi café y tengo que ir a trabajar. Después tal vez vaya a caminar un rato por Palermo, quiero encontrarme con ELLA, todavía hay algunas preguntas que quisiera hacerle. Y con respecto a él, espero conocerlo algún día.

El viernes

Donde estas Luciana?

El plomero se esta por mudar con nosotros. Viene seguido y poco a poco se fue adaptando a la rutina de la casa. Ya delimitó su territorio, entre la cocina y el living, debajo de ese gran hoyo que hay en mi techo.
Me desperté con sus martillazos.
Hicimos uso de nuestro dialogo preestablecido: “buen día, como le va?” “si quiere tomar algo me avisa…” “cuando CARAJO termina?”… “y está complicado”...
Cerré la puerta de calle solo para tener el 2do “casi ataque cardiaco” de la semana gracias al perro del vecino que siempre me agarra distraída, el malparido y empieza a ladrar como un enajenado cada vez que pongo un pie en la vereda. Me retorcí del sobresalto y me puse a gritar a la par del animal. Y si… los genes de Horacio dicen presente! “PERRO DE MIERDA Y LA PUTA QUE TE PARIÓ! ME TENES LAS PELOTAS LLENAS!!! A LOS GRITOS Y EN LA CALLE. Catarsis terminada, la sangre hirviendo todavía, me subo al auto que como siempre, cada tanto, no arranca. Unos vecinos bien dispuestos me ayudaron empujándolo. Y le puse 1era a mi último viernes de marzo.
Fui a bailar un rato al estudio, ese lugar lleno de personajes raros. Estrene mis tacos y con ellos una nueva actitud. El tango me devolvió la calma. Salí de ahí feliz y contenta conmigo misma.

Necesito una mesa para la tele así que me fui al pulguero (para los entendidos, mercado de pulgas). El deal es claro, cuanto más polvo, mas caro es todo. Di vueltas y vueltas, me perdí mil veces en los pasillos angostos, en mis pensamientos y en la nebulosa de mis fantasías. El teléfono me trajo devuelta al viernes de marzo. Era Caro y una historia divertida de una noche de joda y una mudanza caótica. Me hizo reír. Que energía increíble tienen las Cichero cuando están de buen humor!! No se de donde viene esa cualidad indolente que tenemos a veces pero que suele ser muy oportuna. Todo nos chupa un huevo y los pequeños y grandes contratiempos se convierten en cuentos divertidos para compartir entre hermanas.
Obvio, no encontré la mesa que quería y termine en carrefour comprando la mierda para armar símil haya y con ruedas de plástico. En fin, un asco que cumple su función.

Volviendo a casa en un semáforo, un tipo me quiso vender un mapa de Argentina. Risueña le dije: “no gracias, aunque no me vendría nada mal para saber donde carajo estoy”. No entendió bien y algo desconcertado me dijo: “estas en Palermo Hollywood, bombón, en Palermo Hollywood”.

El y yo

El jueves

Ese día me desperté temprano.
A las apuradas como siempre, me tomé unos mates, y prendí la compu mientras me vestía. Creo que era un jueves, seguro porque son los días que laburo con Flo.
La prisa por partir me impidió prestar atención, pero después me daría cuenta: esa mañana el olor en el aire venia a anunciar que algo estaba por cambiar.
Lo cierto es que cuando me levanté pensé que ese jueves nacía igualito al de la semana anterior y de idéntica manera terminaría.
Gran error.
La autopista se convirtió en mi aliada, una suerte de elixir para combatir los síntomas de la ansiedad, la radio, su mano derecha.
Igual vieron como es la mente: un ratito de tiempo libre y ya larga con el inventario:
“llevar el auto al taller”
“pagar, no sé qué, pero seguro que hay que pagar algo”
“llamar a fulano, mengano”
“porque será que me cuesta tanto tener un orgasmo?”
Y sobre este tema me voy a detener.
Déjenme decirles algo.
Desde que me separé alrededor de media docena de hombres pasaron por mi cama, y no pude conectarme verdaderamente con ninguno de ellos. Es como si me convirtiera en espectadora de mi propia vida, o peor aun, en una excelente actriz. Bastante bien me sale, el rol que me proponga, según la escena. Ahí estoy yo: mirando desde afuera, conectada con lo grotesco de la situación. La conclusión no se hizo esperar: los hombres no me conmueven, el guión es mediocre, y yo me voy. Así pasé los últimos meses de aventuras sexuales, huyendo de camas ajenas, pero con el trofeo de una nueva sensualidad despertándose en mí. Más libre, más dueña de mi misma, mas conectada con mis propios deseos, más egoísta aun.

Ya es de noche.

Te pasé a buscar y caminamos juntos hasta el restaurant, te había prometido un rico almuerzo, me lo cambiaste por una cena.
Taconeando devuelta, ajena a todos los presagios, acepté un café. Y esa noche no dormiste solo.
Y ese jueves no fue como el de la semana anterior.
No sé como empezamos, creo que me agarraste de los brazos y me acercaste a vos.
Primero me diste un beso en el cuello, después otro en la mejilla y uno suavecito, despacito, en los labios. Yo pasé mi lengua por los tuyos y temblé un poco cuando me agarraste de la cintura.
Las semanas siguientes fueron una nebulosa de mucha intimidad, caricias eternas, besos, abrazos y largas charlas.
Conexión emocional.
Cuerpos que se mueven en armonía porque comparten un mismo ritmo.
Yo que había jurado no volver a involucrarme, ahí estaba, mírenla nomás.

El día que finalmente presté atención a los augurios del aire, fue un sábado, y estábamos juntos.
Fuimos a la calle Córdoba, vos por un trámite, yo acompañándote.
Nos despedimos en la esquina de Armenia. Y el beso fue muy corto porque yo todavía no sabía que la decisión estaba tomada desde el principio.
Me fui caminando, el viento profético en mi espalda.
Mientras compraba regalos para mis hijos lo entendí: solo una huida a tiempo podía inmortalizar este mar de sensaciones. Solo así podía salvarme. El final o el amor vulgar, cotidiano, rutinario al que todos estamos condenados. Era eso o la idea eterna de la magia que vivimos.
Este pensamiento me sedujo. La lucidez está en no permitir que el hechizo se contamine.
Nunca te pregunté como se llama tu mama.
Vos no sabes donde vivo.
Te deje comprando el helado, esa noche íbamos a comer con tus amigos, iba a conocer a tu gente.

Me subí al auto y me fui sin avisarte.