10 de julio de 2007

Luciana y el Tango




El se acercó y me envolvió despacito, como hace siempre, con el calor de su energía. Parece increíble este dialogo de cuerpos que tenemos, cada vez que nos abrazamos nuestros cuerpos se hablan, se susurran y se gritan al ritmo de un tango. A veces nos peleamos, otras bailamos un paseo feliz y tranquilo.
El me busca, yo lo busco.
Nos encontramos.
Y siempre termino rendida en sus brazos, subyugada por las emociones, el placer del abrazo genuino y la hipnótica cadencia. Su mano se mueve tiernamente en mi espalda. Me cuida, me protege, me lleva y me acompaña, me espera porque me escucha, me deja sola a voluntad y me vuelve a buscar cuando nota que lo extraño. Me mira sensualmente de reojo queriendo seducirme. Me enamora y entra en mi alma. Me hace sentir halagada porque me elige entre muchas, y aunque siempre toma la iniciativa, yo también lo elijo a él.
Nos vemos de noche, un par de veces por semana, pero no lo extraño cuando no estamos juntos porque el vínculo no es celoso y ya me acostumbré a compartirlo.

Lo nuestro es especial.

Nos movemos de la mano en un sueño que soñamos en voz alta. No hay palabras, solo la respiración que acompaña nuestro dialogo profundo y sincero. Nos entregamos el uno al otro y al disfrute de esa experiencia sublime, que de tan mágica puede ser abrumadora. Se rozan nuestros pies, se acarician nuestras piernas.

Una sonrisa y un gracias bastan a la hora de la despedida, aunque a veces nos besamos en la mejilla.
Y será entonces hasta la próxima vez, hasta que nuestros ojos vuelvan a verse y me invite a bailar.

No se su nombre, tampoco su edad, a veces tiene 20 otras, 40 porque él es todos y cada uno de los hombres con los que me gusta bailar tango.

1 comentario:

Nicolas Pedro Bosáa dijo...

YO FUI UNO DE TANTOS!!HAHA, MUY LINDO.