10 de julio de 2007

Breves historias de amor

El domingo nos encontró comiendo en un solitario San Telmo.
Empezaba a gustarme tu barrio, sobre todo la calle Chacabuco ahí donde casi se junta con Independencia. Me gusto el juego de: a que huelen los barrios? Lastima que quedó inconcluso… Me gusto el lugar que elegiste como testigo de nuestra intimidad.
Llegamos justo porque la cocina estaba cerrando y festejé la posibilidad de, al menos, comer unas pastas. Me gusto tu brindis y mas aun, tu mano sobre la mía. Me gustaron tus ojos, que decían tanto.
Me gusto volver a sentir
la magia en el aire.

Y entonces creí que todo era posible.

Una noche de sábanas desordenadas tuve la audacia de pedirte que me hablaras. Tal vez tu mirada no me alcanzaba o simplemente anhelaba que la pusieras en palabras, como si esto la hiciera mas real.

-“que te pasa?” pregunté
-“nada”
-“seguro? Puedo ver que hay algo…” (y tu mirada otra vez)
-“es que estas muy linda”
-“pero no se trata de mi, te pregunté que te pasa, a vos”
-“y quien te dijo que no se trata de vos?”
-“vos, que no comunicas… Es que yo siento que siempre te tengo que adivinar…”
Y me lanzaste un: “no es mejor escuchar que adivinar?”

Entonces me empeñé en escuchar tus abrazos, la forma que tenías de acurrucarte contra mí en la cama en esas pocas noches compartidas. Empecé a escuchar tus ojos y tu sonrisa, que hice mía.

Pero llego la mañana de lunes.

Y yo te ofrecí unos mates. Y recién nos habíamos levantado. Y cuando salí del baño me di cuenta que te habías ido.

Sin despedirte.

Para siempre.

Que silencio triste quedó flotando en Saavedra en esa mañana gris!

Mi primer impulso fue correr a buscarte. Pero algo me detuvo. Y me quedé ahí, vistiendo una bombacha, una remera que irónicamente rezaba: “love not dead” y unas zapatillas a medio poner. Me quedé ahí, parada, en medio del living, tratando de adivinarte, una vez mas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

OooooOOOOoo