10 de julio de 2007

El viernes

Donde estas Luciana?

El plomero se esta por mudar con nosotros. Viene seguido y poco a poco se fue adaptando a la rutina de la casa. Ya delimitó su territorio, entre la cocina y el living, debajo de ese gran hoyo que hay en mi techo.
Me desperté con sus martillazos.
Hicimos uso de nuestro dialogo preestablecido: “buen día, como le va?” “si quiere tomar algo me avisa…” “cuando CARAJO termina?”… “y está complicado”...
Cerré la puerta de calle solo para tener el 2do “casi ataque cardiaco” de la semana gracias al perro del vecino que siempre me agarra distraída, el malparido y empieza a ladrar como un enajenado cada vez que pongo un pie en la vereda. Me retorcí del sobresalto y me puse a gritar a la par del animal. Y si… los genes de Horacio dicen presente! “PERRO DE MIERDA Y LA PUTA QUE TE PARIÓ! ME TENES LAS PELOTAS LLENAS!!! A LOS GRITOS Y EN LA CALLE. Catarsis terminada, la sangre hirviendo todavía, me subo al auto que como siempre, cada tanto, no arranca. Unos vecinos bien dispuestos me ayudaron empujándolo. Y le puse 1era a mi último viernes de marzo.
Fui a bailar un rato al estudio, ese lugar lleno de personajes raros. Estrene mis tacos y con ellos una nueva actitud. El tango me devolvió la calma. Salí de ahí feliz y contenta conmigo misma.

Necesito una mesa para la tele así que me fui al pulguero (para los entendidos, mercado de pulgas). El deal es claro, cuanto más polvo, mas caro es todo. Di vueltas y vueltas, me perdí mil veces en los pasillos angostos, en mis pensamientos y en la nebulosa de mis fantasías. El teléfono me trajo devuelta al viernes de marzo. Era Caro y una historia divertida de una noche de joda y una mudanza caótica. Me hizo reír. Que energía increíble tienen las Cichero cuando están de buen humor!! No se de donde viene esa cualidad indolente que tenemos a veces pero que suele ser muy oportuna. Todo nos chupa un huevo y los pequeños y grandes contratiempos se convierten en cuentos divertidos para compartir entre hermanas.
Obvio, no encontré la mesa que quería y termine en carrefour comprando la mierda para armar símil haya y con ruedas de plástico. En fin, un asco que cumple su función.

Volviendo a casa en un semáforo, un tipo me quiso vender un mapa de Argentina. Risueña le dije: “no gracias, aunque no me vendría nada mal para saber donde carajo estoy”. No entendió bien y algo desconcertado me dijo: “estas en Palermo Hollywood, bombón, en Palermo Hollywood”.

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