10 de julio de 2007

El Sabado

El frío y la llovizna. El Sunderland. El director de cine y su asistente. Una milanesa napolitana y un vaso de vino berreta.
Ocupé mi lugar en la mesa de siempre. Me perdí otra vez en la música, los abrazos, los ojos cerrados, las manos, las caras muy pintadas, los tacos altos, los pelos engominados, los cabeceos tan sutiles, las miradas fugaces, las mujeres que esperan, las que desesperan, los que están solos, los que están acompañados, y yo, tratando de olvidar, claro.
Había algo en el aire, el viento, el de siempre, ese que anuncia, solo que esta vez un poco mas frío. Y yo al fin despreocupada y serena, nos íbamos a encontrar.
Nos subiríamos juntos al taxi. Tal vez vayamos a San Telmo y en el camino apoye mi cabeza en su hombro. Tal vez el vino y el tango que canta: “Su frágil figurita iluminaba el salón, presencia de alas de tango alucinado y seductor, si Scola la hubiera visto se la llevaba con él, tan pálida en su vestido negro volaba de placer. El tiempo no era tiempo en aquel lugar, un solo gozo era ver las parejas bailar. Cada giro en mi cabeza fue una historia, Buenos Aires con su magia se metió en mi memoria. Aromas de la noche entraban por el ventanal, reinaba el 2x4 en las inquietas miradas. Acariciaba el bailarín su linda espalda, hacia girar sus pies al compás del alma. Alas de tango llenaban de luna la penumbra y en un brindis de champagne la sala fue quedando a oscuras, el día que se baile tango en las calles del amor, cara a cara, ojos cerrados, corazón a corazón…”

Y entonces, tal vez, un viaje en taxi para recordar.
Tal vez su mano en mi cintura cuando bajamos del auto y tal vez mis tacos que suenan en la escalera. Tal vez las sabanas revueltas y huevos revueltos por la mañana.

Tal vez nos encontramos en la puerta de ese club que existe desde siempre. Tal vez Buenos Aires los junta esta noche, o tal vez otra, una de domingo en la que él camina por la parrilla que da a la vía y ella entra al restaurante de enfrente, la cocina esta por cerrar, pero como ya es amiga de la casa la dejan entrar, se sienta y pide lo de siempre y tal vez si todavía es la época, un licuado de melón. Y entonces él entiende y la va a buscar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El alma tanguera femenina, algo poco explorado.
Es realmente bueno.
De repente me vino a la mente esta frase: "Ficciones Tangueras con aroma de mujer"... ultra cursi, pero mi cerebro hoy esta quemado por hachis del bueno.

Así como vine,sin avisar y sin ser esperado, me voy...