10 de julio de 2007

Breves historias de amor II

Yo no elijo el silencio. Soy la que trata de poner todo en palabras, en mi afán de entender, de encontrar sentido… a lo mejor equivoqué el camino, no sé.
Pero esta vez me quedé sin palabras, o mas bien me las robaron una mañana de lunes. Las estuve buscando un rato largo, revolví cajones, abrí y cerré mil veces mi cuaderno amarillo y hasta le pregunté al del kiosco de enfrente si de casualidad no me las había dejado ahí cuando le pagué los cigarrillos, pero nada. Entonces me di cuenta que te las llevaste vos junto con la mañana de lunes. Ya no me importa entender los motivos de un hipotético: “porqué?”, si lo hubiera…sin palabras no puedo, ni siquiera contarte como me hiciste sentir.

Y yo me quedé con tu mañana, esa que te debía. La había envuelto con papel celofán y le había puesto un moño porque me dijeron que así duran mas, las mañanas. Aunque intuyo que ahora vos también me debes una mañana. Serán intercambiables? Digo, nos quedaremos cada uno con la del otro y ya? O las reglas del tiempo indican que hay que devolver la mañana exacta del día exacto? No se, con estas cuestiones temporales yo me pierdo un poco.

Ahora solo me queda esperar que vengas a devolvérmelas, o tal vez no vuelvas y nos crucemos algún día por Chacabuco, ahí donde casi se junta con Independencia, y tal vez yo te las pida, o tal vez no porque ya me regalaron otras.

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